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sábado, 13 de febrero de 2010

EL DEPORTE DE LAS REBAJAS

Esta semana ha sido fructífera en actividad física, cosa que me ha llenado de satisfacción. Hace ya más de dos meses que no practicaba ningún tipo de deporte ya que, desde ese tiempo, dejé de ir al gimnasio. Tal decisión fue tomada porque cada vez eran más y más frecuentes las excusas para no ir y, cuando lo hacía, para compensar las ausencias, me daba tales palizones en dobles sesiones de fitness, que me temo que hacían mella en mi cerebro generando endorfinas de pereza.

En mi intención de adentrarme en “actividad física”, empecé poniendo en práctica un dicho de mi pueblo y del que mi madre, con frecuencia, hace recurso: “Vale más un continuo que cien reventones”. Y así es como nació la pretensión de crear hábito en el saludable ejercicio de andar una media de 3 horas por la tarde (aunque ya he bajado la cuota a 2 horas solamente).

Como mi fuerza de voluntad es inversamente proporcional al confort del sofá en las sobremesas de televisión y siesta, para vencer la desgana he tenido que decantarme por pasear en aquellas calles comerciales repletas de escaparates que me atraen como un canto de sirenas.

De esta manera no es de extrañar que cada día haya regresado a casa cargado con alguna compra y muy cansado (aunque de esto último hayan tenido más culpa las rebajas). En fin, soy consciente de que los paseos me han salido por un ojo de la cara. El gim habría sido más económico. Pero tampoco era plan desaprovechar las oportunidades de saldo que se me presentaban al alcance de la vista.