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martes, 21 de abril de 2009

CARRERA DE CARACOLES

Esta historia totalmente verídica, tuvo lugar en abril cuando las lluvias de primavera hacen de éste un mes muy propicio para que entren en nuestras casas los típicos y escurridizos caracoles.

Aunque son muy preciados por muchos paladares, en mi caso recuerdo haber disfrutado más jugando con ellos que teniéndolos en el plato; y muchas veces, primero en mi infancia y después en la de mis sobrinas y sobrinos, he cantado la retahíla de "caracol col col, saca los cuernos al sol...".

Volver a mis andanzas con estos animalillos, me trajeron a la memoria la anécdota que me disponía a contar sobre los niños del vecindario de mi pueblo que, a escasos metros de la puerta de casa, estaban entretenidos en una caracolesca carrera, compitiendo para ver cuál era el ejemplar que llegaba antes a la meta.

Son tres los niños de mi calle. El líder se llama Hugo y ser unos años mayor que los otros dos, le favorece en las decisiones que sus amigos, los hermanos Carmelín y Pitu, acatan sin ofrecer la mínima resistencia. Siempre que hacen juegos y más si son de competición, la voz de Hugo sobresale por encima de las otras para proclamarse el campeón; o bien, con un ruidoso "Renuncio", palabra que dicha a voz en cuello es la alarma que da a entender el estado de excepción que se ha establecido en las normas del juego y, consecuentemente, éste se paraliza para ser reanudado después. Los otros dos niños de mejor conformar, pienso que disfrutan más por el hecho de participar que de debatirle la victoria a su amigo mayor.

El día de la carrera yo me dirigía a mi casa cuando vi a los tres muy expectantes agachados en el suelo, de modo que me entró curiosidad sobre aquello que los tenía tan abstraídos. Ya, a pocos metros de ellos, me di cuenta de la materia prima del juego y Pitu, el pequeño de los hermanos, me lo adelantó diciendo: "Hola Luis, estamos jugando con caracoles que ha comprado mi madre y el mío va a llegar el primero a la meta". "Qué emocionante" respondí fingiendo asombro". "Y el mío va el segundo" se apresuró a decir Carmelín. No había entrado aún al portal de casa cuando oí esa palabra otras veces repetida: "Renuncio. Renuncio. No vale". Comenzó a gritar Hugo. "Claro, así cualquiera gana" -insistió-, "como a mí me ha tocado una hembra...

Ya dentro de mi casa me encontré con mi madre, mi hermana y mi sobrina a quienes les conté lo sucedido, y me pareció curioso que la misma historia produjese en ambas, reacciones tan dispares. Lo primero que dijo mi madre, algo indignada, fue que ese chico, refiriéndose a Hugo, tiene réplicas para todo con tal de salirse con la suya. Sin embargo mi hermana estalló en una estrepitosa carcajada advirtiéndonos de que no se puede hablar de "macho" o "hembra" en estos caracoles siendo, como son, hermafroditas. La reacción de mi sobrina, con menos ceguera en reconocer problemas de fondo, fue bien distinta; y con la seriedad que le caracteriza en las cosas que le importan, hizo saber que a ella no le había hecho ninguna gracia. A continuación, buscando en mí la complicidad con su mirada comentó, a colación de los prejuicios ya asentados en la mentalidad de unos niños de corta edad, que la carrera de muchas mujeres en la vida había sido precisamente eso, una carrera de caracoles.

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